La vida en la selva tropical de Costa Rica siempre trae sorpresas, algunas hermosas y otras desafiantes. Una de nuestras sorpresas más recientes fue un visitante inesperado: un joven American Foxhound que apareció en nuestro porche. No tenía nombre, no tenía hogar y, al parecer, tampoco tenía familia. Sin embargo, desde el primer momento, su presencia tocó nuestros corazones.
Un Desconocido Familiar
Había escuchado hablar de él a través del grupo de WhatsApp de la comunidad. Durante toda la semana, llegaban fotos y mensajes preguntando si alguien conocía a este perro que andaba rondando. Se veía perdido, fuera de lugar, y nadie sabía de dónde había salido ni cómo había llegado aquí. Me rompía el corazón imaginarlo solo en la selva densa, enfrentando peligros a cada paso: serpientes venenosas, arañas, escorpiones e incluso pumas y pizotes curiosos. A pesar de todo, había sobrevivido, pero yo aún no lo había visto hasta ese día.
Cuando finalmente apareció en mi porche, estaba flaquísimo y hambriento, comiéndose el compost que había dejado para las gallinas. A pesar de su mal estado, había algo en él, una fuerza y una resistencia innegables, como si ya hubiera enfrentado lo peor y aún estuviera dispuesto a confiar y esperar.
Una Casa Llena de Amor, Pero También de Preocupaciones
Sentí alivio al verlo aquí, a salvo, antes de que algo le pudiera hacer daño, pero su llegada trajo consigo una ola de preocupaciones. Primero, él era un perro macho, y una de nuestras perritas rescatadas, que habíamos adoptado unas semanas antes, aún no estaba esterilizada. Teníamos que ser cuidadosos.
Segundo, el joven perro estaba cubierto de tierra, lleno de garrapatas y pulgas. No podíamos dejarlo entrar a la casa en ese estado. Nuestros otros perros tendrían que esperar para conocerlo hasta que pudiéramos limpiarlo.
La tercera preocupación era la compatibilidad. Tenemos una manada, y presentar a un nuevo perro nunca es fácil. ¿Se llevaría bien con los demás? ¿Lo aceptarían como parte de la familia? Decidimos ir despacio, presentándolo uno por uno a través de la seguridad de la cerca. Al principio hubo muchos ladridos y gruñidos, pero les obligamos a olerse entre sí, poco a poco familiarizándose.
Y luego, ocurrió la magia. Tan pronto como lo dejamos entrar, fue como si siempre hubiera sido parte de la manada. La energía de juego fue instantánea, y nuestros miedos se desvanecieron. Estaba en casa.
El Gesto de Philippe
Esa primera noche, Pinto eligió descansar en la sala de estar. No buscó un rincón escondido ni intentó escapar, simplemente se acostó en el suelo, exhausto pero seguro. Philippe, al verlo allí solo, no pudo resistirse. Silenciosamente se acostó a su lado, acurrucándose con él a pesar de las pulgas y garrapatas. Fue un acto simple pero profundo de amor y aceptación. En ese momento, Pinto se convirtió en uno de nosotros.
El Viejo en el Cuerpo de un Cachorro
Al día siguiente, lo primero que hicimos fue tratarlo para las garrapatas y darle un baño profundo con champú. Fue sorprendentemente paciente durante todo el proceso, como si entendiera que era para su propio bien.
Pronto nos dimos cuenta de que era joven, apenas tenía un año, pero había algo en su mirada que nos hacía reír. Si la comunidad no le hubiera llamado Pinto, lo habríamos llamado "Don". Tiene un espíritu juguetón y alegre, pero también una seriedad en su mirada que me recuerda a un anciano que ha visto mucho en su vida. Es una contradicción divertida que lo hace aún más especial para nosotros.
Un Encaje Perfecto
Desde el primer momento, Pinto se adaptó a las reglas de la casa más rápido de lo que esperábamos. Parecía agradecido, a su manera tranquila, y encontró su lugar entre nuestros otros rescates sin ningún problema. Siento que estaba destinado a estar aquí, como si nos estuviera buscando tanto como nosotros esperábamos encontrarlo.
Aunque llegó como un perro callejero, ya ha hecho que nuestra familia se sienta más completa. Su viaje lo trajo a través de la selva salvaje y hasta nuestro hogar, y no podríamos estar más felices de tenerlo aquí.
¡Bienvenido a Casa, Pinto!
Pinto, nuestro pequeño anciano en el cuerpo de un cachorro, ya eres muy amado. No podemos esperar a ver qué aventuras nos esperan contigo a nuestro lado. Bienvenido a la familia, querido amigo. Ahora estás en casa.
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